INTRODUCCIÓN
Al hablar de «testimonio falso»
estamos considerando una variedad del perjurio.
En un sentido, se podía declarar
que el tema queda cerrado diciendo que el testimonio falso se prohíbe en toda
forma. Las sutiles pero importantes variedades de testimonios falsos se citan
en la Ley, sin embargo, y necesitamos reconocerlas.
Al examinar el contexto
específico de la Ley a veces se indica mucho de su significado.
Por ejemplo, el significado de
Éxodo 23: 1, 2, 7 se vuelve más claro si se examinan los versículos 1-9:
NO ADMITIRÁS FALSO RUMOR. NO TE
CONCERTARÁS CON EL IMPÍO PARA SER TESTIGO FALSO.
No seguirás a los muchos para
hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer
agravios; ni al pobre distinguirás en su causa.
Si encontrares el buey de tu
enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo. Si vieres el asno del que te
aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda? Antes bien le
ayudarás a levantarlo.
No pervertirás el derecho de tu
mendigo en su pleito. De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al
inocente y justo; porque yo no justificaré al impío. No recibirás presente; porque
el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos.
Y no angustiarás al extranjero;
porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros
fuisteis en la tierra de Egipto.
Antes de examinar este pasaje,
notemos lo que dijo hace mucho Isaac Barrow del noveno mandamiento:
Está en el hebreo, no te expresarás (al ser examinado o
juramentado en juicio) contra tu
prójimo como testigo falso; así que primordialmente parece que dar falso
testimonio contra nuestro prójimo (sobre todo en asuntos de importancia capital
o alta para él) está prohibido; sin embargo no solo se prohíbe este gran
delito, sino todo prejuicio dañino (incluso extrajudicial) contra la reputación
de nuestro prójimo, y en consecuencia su seguridad o bienestar de cualquier
clase, es lo que podemos deducir de esa explicación de esta ley, o de la ley
paralela que tenemos en Levítico:
No
andarás, se dice
allí, de aquí para allá como correveidile entre tu pueblo; ni
tampoco te levantarás contra la sangre de tu prójimo; como chismoso, es decir, mercader o traficante de
informes y relatos errados respecto a nuestro prójimo, para perjuicio de él;
difamándole, o denigrándole, o alimentando en la mente de los hombres una
opinión mala de él; esta práctica vil y malévola se condena y se reprueba de
otra manera bajo varios nombres.
La ley contra el falso testimonio
es por tanto primordialmente con respecto a un tribunal, y de manera secundaria
con referencia a la vida en una comunidad.
Éxodo 23: 1-9 establece la ley
del testimonio falso, en ambos significados, en el contexto de un requisito más
amplio de justicia. Rylaarsdam ha llamado a los vv. 1-9 un «grupo de principios
y amonestaciones» diseñadas a dar «el espíritu de justicia» y a «permear todas
las decisiones legales».
Varios principios aparecen en estas
leyes.
Primero: un hombre santo debe actuar según
la ley de Dios, no de la chusma o «multitud», porque el espíritu de la chusma,
por poderoso que sea en el hombre que gobierna, rara vez si acaso es la ley de
Dios (v. 2). Un hombre debe tener valor y fe; no el poder del hombre, sino el
poder de Dios debe gobernarlo.
Segundo: así como no puede dejarse llevar
por la chusma, tampoco puede estar dominado por consideraciones personales,
como por ejemplo la compasión por el pobre (v. 3), ni la amistad del rico (v.
6). Los sobornos son incluso los mayores ejemplos de distorsión de la ley,
porque ciegan al hombre a los verdaderos asuntos, y deliberadamente da un
testimonio falso, ya sea como testigo o como juez (vv. 7, 8). El extranjero o
forastero debe recibir la misma justicia que el amigo (v. 9), y al enemigo se
le debe la misma justicia y ayuda en la necesidad que al amigo (vv. 4, 5).
Tercero: se condena el testimonio
malicioso, así como los informes falsos, en el versículo 1, y podemos inferir
que todos los versículos que siguen dan ejemplos de tales informes falsos y
testimonio malicioso. En pocas palabras: hay una correlación estrecha y
necesaria entre palabras y obras.
La malicia en palabras quiere decir
malicia en obras también. El hombre que da un informe o testimonio falso o malicioso
contra su prójimo, en el tribunal o fuera de este, probablemente no esté dispuesto
a ayudar al hombre si el buey se descarría, o si su asno está sobrecargado.
UN TESTIGO MENTIROSO ES TAMBIÉN
ESENCIALMENTE UN PRÓJIMO CORRUPTO.
Desde la perspectiva actual, a
menudo las palabras se ven teóricamente como si no fueran nada. Se interpreta
la libertad de palabra como el derecho total de expresión sin consecuencias,
ideal que nunca se establece por completo en la práctica.
El sueño de libertad de palabra
absoluta es un mito y un engaño. Ninguna sociedad jamás la ha concedido. No
reconocemos el derecho de un hombre a gritar «¡Fuego!» en un teatro atestado,
ni pedir la ejecución del presidente, ni a publicar afirmaciones totalmente
falsas y maliciosas con respecto a un hombre. La palabra debe ser responsable
para ser libre, y hay una necesidad social de libertad de palabra responsable.
Los que promueven la libertad de
palabra son consecuentes en que también demandan acción libre, libertad de toda
responsabilidad de palabra y obra. Ninguna sociedad puede existir si se permite
tal libertad total de toda responsabilidad. No en balde los defensores más
ardientes de la libertad de palabra hoy son los que defienden una revolución
que negará mañana la libertad de palabra a todos los demás.
Suprimen la libertad de palabra
por un temor muy real a la palabra responsable y a la irresponsable. Los
fundamentos de su temor a las palabras contrarias son en parte seguridad
política, y en parte temor religioso.
En la creencia pagana antigua, la
palabra tenía un poder mágico. La palabra y la acción se relacionaban creativamente. Debido a que el hombre
es el dios de todo tipo de humanismo, y el paganismo era humanista, la palabra
del hombre se aducía que tenía poder creativo. De aquí la búsqueda antigua de
la palabra mágica que gobernaba acciones especialmente potentes: «ábrete
sésamo», «abracadabra», y otras similares. Por la posesión de la palabra el
hombre poseía poderes especiales.
Esta creencia halla eco en el
ocultismo de hoy, y en las logias secretas con sus contraseñas especiales y
términos ocultos.
Sin embargo, no está ausente en
el humanismo secular y público, en que a menudo está implícita una
identificación mágica de la palabra con la acción. La parcialidad del que acuña
la frase ?? phrase-maker es tal vez evidencia de esto: los liberales americanos
prefirieron al impotente John F. Kennedy, que hablaba el lenguaje de los
intelectuales, a las conquistas socialistas muy sustanciales de Lyndon B.
Johnson, que carecía de los poderes oratorios en los cuales se regocijaban los liberales.
Un ejemplo más claro es la fe que
tienen los humanistas en el poder de los planes e ideas concebidos
racionalmente. Como se da por sentado que la palabra creativa del hombre tiene
poder divino, de modo que la palabra es la acción, igual que ocurre con
Dios, los intelectuales humanistas dan por sentado que una vez que conciben
sus planes racionales y científicos necesitan solo que el estado los declare a
fin de que se vuelvan realidad. El resultado es una fe humanista muy grande en el
poder de la legislación.
Van der Leeuw ha resumido esto de
manera muy hábil:
Es la palabra la que decide la
posibilidad. Porque es una acción, una actitud, un asumir la posición de uno, y
un ejercicio del poder, y en toda palabra hay algo creativo. Es expresiva, y
existe antes de la llamada realidad.
Para el humanista, las palabras
de los no humanistas, de los que no están informados, de los no iluminados, son
palabras vacías; pero las palabras de la élite son palabras creativas, divinas.
La posición bíblica es que el
hombre creado a imagen de Dios dice, no una palabra creativa, sino una palabra
analógica, es decir, que puede pensar y decir los pensamientos de Dios después
de Dios, y en eso radica el poder del hombre.
El hombre ejerce poder y dominio
bajo Dios hasta el punto en que habla y actúa según la palabra creativa de
Dios.
La tentación de Satanás fue que
el hombre podía decir su propia palabra divina y creativa: «Seréis como Dios,
sabiendo el bien y el mal» (Gn 3: 5). El hombre, según Satanás, establecería su
propia palabra divina, diría y declararía por sí mismo lo que es bueno o malo;
la realidad se puede reordenar y recrear por la propia palabra del hombre. En
el mundo de Satanás, la palabra del hombre es el acto, y el nuevo mundo nace
cuando el hombre se separa de Dios por la palabra.
Debido a que el hombre está
creado a imagen de Dios, el habla es importante para el hombre. Las palabras son el tema de dos
mandamientos, el tercero y el noveno.
Cuando un hombre da falso
testimonio, cuando toma el nombre del Señor en vano o actúa en violación del
mismo, el hombre niega esa imagen a favor de la afirmación de Satanás que el
hombre se hace a sí mismo. Cuando Sartre insiste en que el hombre hace su
propia esencia, es decir, que el hombre se define a sí mismo y se saca a sí
mismo de la nada, está reiterando la posición de Satanás. Pero dondequiera que
el hombre da testimonio verdadero en el pleno sentido de la palabra, crece en
términos de la imagen de Dios restaurada.
El contexto de Éxodo 23:1-9 deja
en claro por tanto que un testimonio fiel es parte de una forma de vida, un
espíritu de justicia. Un testimonio fiel trasciende las cuestiones personales
como la amistad o la enemistad. Cuando los hombres no tienen derecho a la
verdad, no se debe a que no nos gusten, sino a que están en guerra con la ley
de Dios, tratando de extraernos la verdad para fines perversos y contrarios a
la ley.
El asunto es que la ley de Dios
debe gobernarnos. Como Van Til ha observado con respecto al pensamiento filosófico:
«Dios es el original y el hombre es derivado». Todavía más: «Si uno no hace al
conocimiento humano totalmente dependiente del autoconocimiento original y
revelación consecuente de Dios al hombre, el hombre buscará conocimiento dentro
de sí mismo como el punto final de referencia».
Traducido al mundo de la ley,
esto quiere decir que el punto de referencia en el habla no es el hombre. La
ley de Dios no nos permite usar las palabras con referencia a nuestro amor y
odio, gustos y rechazos, ni nuestra ganancia o pérdida.
La palabra analógica quiere decir
palabra obediente. Las palabras de Rahab y las parteras fueron palabras
obedientes, y David dice también que es un hombre de Dios «El que aun jurando
en daño suyo, no por eso cambia» (Sal 15: 4), o sea, el hombre que da
testimonio veraz en un tribunal aun en detrimento propio.
Todo el Salmo, en verdad, recalca
el significado de un testimonio total verdadero: Jehová, ¿quién habitará en tu
tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?
EL QUE ANDA EN INTEGRIDAD Y HACE
JUSTICIA, Y HABLA VERDAD EN SU CORAZÓN.
El que no calumnia con su lengua,
ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino.
Aquel a cuyos ojos el vil es
menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño
suyo, no por eso cambia;
Quien su dinero no dio a usura,
ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas, no resbalará
jamás (Sal 15).
Este Salmo es un comentario de
Éxodo 23:1-9. La palabra analógica es la palabra de un testigo fiel en el acto
de obediencia. El testimonio fiel tiene referencia, en primer y último lugar, a
Dios y su justicia, y no al hombre y sus deseos.
Donde la Palabra y Ley absoluta
de Dios desaparece, la verdad y el testimonio verdadero rápidamente se
desvanecen. Un libro de Sam Keen, To a
Dancing God [A un Dios danzante],
empieza:
Yo, Sam Keen, escribí este libro.
La voz que les habla en estos ensayos es mía.
No es la voz de la filosofía, ni
de la teología, ni del hombre moderno. Lo que ofrezco es una serie de
reflexiones personales sobre cuestiones, problemas y crisis con los que he
tenido que bregar. Las conclusiones a las que he llegado
no son ineludibles. Mis dudas y
mis certezas pueden estar demasiado íntimamente conectadas con los elementos
únicos de mi autobiografía para ser típicos de esa nebulosa criatura llamada
«hombre moderno».
Cuando hablo con seguridad es
porque he descubierto algunos elementos de un estilo de vida que me satisfacen.
Sin embargo, las afirmaciones que hago no tienen autoridad a menos que ustedes
escojan añadir las suyas a la mía. Así es como funciona conmigo. No puedo decir
cómo es con ustedes. Con todo, los invito a reemplazar el «yo» de estos ensayos
con el «nosotros» cuando estén de acuerdo.
Sin la palabra absoluta de Dios,
el hombre solo puede ofrecer un «estilo de vida», no la verdad; la autoridad
también desaparece cuando la verdad desaparece. La capacidad para distinguir
entre el bien y el mal, lo bueno y lo malo, también desaparece, porque en un
mundo existencial todas las cosas son relativas y el hombre está por encima del
bien y del mal.
Billy Graham, que había llegado
progresivamente a un concepto experiencial de la verdad, pudo decir así, según
lo citó Robert Davis en 1970 en su «News Briefs» [«Resumen de noticias»] que,
«se negó a hablar del comunismo aunque en un tiempo se le conoció como gran
enemigo de ese sistema. “Por años no he hablado de eso”, dijo. “No puedo ir por
todo el mundo y decir quién tiene razón y quien no la tiene”. Los comentarios
de Graham vinieron en una entrevista con Der
Spiegel, revista noticiosa alemana».
Cuando la verdad y el decir la
verdad se divorcian de Dios y su Palabra y Ley absoluta, ambos desaparecen.