INTRODUCCIÓN
El falso testimonio que se
prohíbe con el noveno mandamiento incluye falso testimonio respecto a Dios. En
Deuteronomio 18:9-22 tenemos no solo una profecía de la venida de Cristo, sino
también una prueba para los falsos profetas.
La Ley empieza por prohibir
ciertas formas de idolatría que son «medios ilícitos de comunicación con el
mundo invisible. Ningún truco de magia, ningún tipo de ritual, puede
coaccionar a Dios. Dios no se revela en respuesta a un ritual o rito, ni
prospera a los hombres en respuesta a regalos y sobornos. En lugar de acudir a
estas «abominaciones» que solo trajeron castigo sobre los cananitas (Dt 18: 12.14),
«Perfecto (o recto) serás delante de Jehová tu Dios» (Dt 18: 13).
El comentario de Rashi vale la pena
citarlo: «Andarás con Él en sinceridad, y esperarás por Él, y no tratarás de
atisbar al futuro, sino que cualquier cosa que te venga, tómala con sencillez y
así estarás con él, y serás su
porción».
Más importante, sin embargo, es
el hecho de que el propósito de estos ritos contrarios a la Ley es la
predicción, el deseo de saber el futuro y predecirlo. En un sentido muy
literal, el creyente debe andar por fe, y no por vista. La predicción o visión
previa precisa y personal del futuro está cerrada para él.
En otro sentido, sin embargo, la
Ley misma es dada como medio de predicción para una nación ordenado por Dios.
El propósito central de Deuteronomio 27—31 es proveerle al pueblo de Dios un
medio verdadero de predicción, y ese medio de predicción es la Ley. Si los
hombres desobedecen la Ley, ciertas maldiciones resultan; si obedecen la Ley,
resultan bendiciones.
Debido a que la Ley se ocupa de
la predicción, el pueblo de Dios evitará todos los medios de predicción que no
se ajusten a la Ley. El único principio de predicción es el poder y decreto soberano
de Dios; el otro principio de predicción es el poder demoniaco que trata de
establecer un concepto independiente y revolucionario de poder y control.
La Ley fue dada por medio de
Moisés, pero el medio por el que la Ley fue dada fue aterrador para Israel y
los llevó más cerca de la presencia del juicio. Dios, por consiguiente,
levantará a otro Profeta, otro Moisés o legislador, «y pondré mis palabras en
su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare» (Dt 18: 18).
El Gran Profeta, pues, es dado en
las condiciones de la Ley original, y como legislador.
LA CLAVE PARA LA RELACIÓN DEL PROFETA
CON MOISÉS ES LA LEY.
Se levantarán falsos profetas
representando a otro dios o poder, y por consiguiente otra ley. Su falsedad se
revelará por sus predicciones falsas. Debido a que el principio de la verdadera
predicción es la Palabra y Ley de Dios, todos los profetas, culminando con Jesucristo,
hablaron inspirados por Dios sujetos a esta Ley. Jeremías, al profetizar el cautiverio,
hizo eco de la predicción-ley de Deuteronomio 27—31; como él habló por
inspiración de Dios, pudo también declarar que el cautiverio duraría setenta
años (Jer 25: 11).
La clave del asunto es la Ley.
Donde no hay Ley, no hay verdadera profecía, ni tampoco un verdadero hablar por
Dios ni verdadera predicción. Dondequiera y cada vez que los cristianos han
descuidado la ley, los charlatanes los han descarriado con facilidad y
prontitud.
Un clásico ejemplo de esto fue
Peregrino Proteo, un filósofo cínico que murió en el 165 d.C., pero que ha
tenido sus defensores entre algunos filósofos modernos, así como también entre
los de su época como Aulo Gelio. La carrera de Peregrino lo vio en muchas
regiones: en Roma (de donde fue desterrado por insultar al emperador Antonino
Pío), en Atenas como maestro, en Siria donde lo encarcelaron, y así por el
estilo. En su juventud, deambuló por Armenia, con resultados desdichados, según
Luciano:
Esta creación y obra maestra de
la naturaleza, este canon de Policleto, tan pronto como llegó a la mayoría de
edad fue sorprendido en adulterio en Armenia y recibió una sonora golpiza, pero
finalmente saltó del techo y se escapó por un pelo. Después corrompió a un
muchacho atractivo, y pagando tres mil dracmas a los padres del muchacho, que
eran pobres, logró que no lo llevaran ante el gobernador de la provincia de
Asia.
Todo esto y cosas parecidas
propongo que se dejen a un lado; porque todavía era barro sin forma, y nuestra
«imagen santa» todavía no se había consumado para nosotros. Lo que le hizo a su
padre, no obstante, vale la pena oírlo; porque todos lo saben, han oído cómo
estranguló al anciano, incapaz de tolerar que viviera más allá de sesenta años.
Entonces, cuando el asunto fue pregonado por todas partes, se condenó a sí mismo
al exilio y a vagabundear de país en país.
Peregrino se dirigió a Palestina
y rápidamente se asoció con varios cristianos antinomianos, y llegó a ser su
«profeta, líder sectario, jefe de la sinagoga, y todo lo demás, todo por sí
mismo». Llegó a ser para estas personas su nuevo señor; «lo reverenciaban como
dios, lo utilizaban como legislador, y lo establecieron como protector, junto a
aquel otro, con certeza, a quien todavía adoraban, el hombre que fue
crucificado en Palestina, porque introdujo esta nueva secta al mundo».
Llegó a ser conocido como «el
nuevo Sócrates».
Peregrino también acogió ideas
hindúes y en general se convirtió en un tipo de profeta universal.
Encarcelado en Siria, lo ayudaron
con generosidad aquellos pseudo-cristianos, y el gobernador de la provincia
dejó en libertad a Peregrino como filósofo injustamente perseguido.
Peregrino ya tenía arreos
profesionales: Llevaba el cabello largo, vestía un manto sucio, «tenía una
cartera colgada a un lado, bordón en la mano, y en general era muy histriónico
en su paso». Cuando volvió a su casa, en una pequeña población de Grecia, halló
hostilidad allí debido al asesinato de su padre por la herencia.
Peregrino dio la cuantiosa
herencia a la ciudad, y las acusaciones de asesinato se retiraron. El pueblo lo
alabó como «“¡El único y solo filósofo! ¡El único y solo patriota! ¡El único y
solo rival de Diógenes y Crates!”. Sus enemigos quedaron amordazados, y a
cualquiera que trataba de mencionar el asesinato lo apedreaban al instante».
Más tarde se indispuso con sus
seguidores pseudo-cristianos, y buscó nuevos mundos para conquistar estudiando
bajo un famoso ascético pagano.
Después se fue lejos una tercera
vez, a Egipto, a visitar a Agatóbulo, en donde tomó ese maravilloso curso de
entrenamiento en ascetismo, rapándose la mitad de la cabeza, recubriéndose la
cara con lodo, y demostrando lo que ellos llamaban «indiferencia» alzando su
vara en medio de una enloquecida chusma de mirones, además de dar y recibir
golpes en la espalda con una barra de hinojo, y haciendo de embaucador incluso
más audazmente de muchas otras maneras.
Más adelante fue a Roma, de donde
lo desterraron; se fue a Atenas, y de nuevo luego tuvo problemas. Por último,
con su reputación cuesta abajo, diseñó un plan para buscar publicidad: en los
siguientes Juegos Olímpicos, a un año de distancia, se incineraría a sí mismo.
Peregrino de inmediato estuvo bajo los reflectores de nuevo.
Algunos sostenían que esperaba
que le prohibieran sus planes, porque el sitio escogido era un sitio santo y
cercano. Peregrino mismo anunció que «se volvería espíritu guardián de la
noche; es claro, también, que ya codiciaba altares y esperaba que se le
hicieran imágenes de oro». En el día señalado para el servicio funeral
pre-pira, Peregrino salió y, en un largo discurso, declaró: «Deseo beneficiar a
la humanidad mostrándole la manera en que uno debe menospreciar la muerte».
Algunos gritaron: «¡Preserva tu vida para los griegos!», pero la mayoría gritó:
«¡Cumple tu propósito!». Cuando
los juegos terminaron algunos días después, Peregrino saltó a las llamas;
Luciano lo describió como «un hombre que (para decirlo brevemente) nunca fijó
su vista en las verdades, sino que siempre dijo e hizo todo con el ojo en la
gloria y elogio de la multitud, incluso hasta el punto de saltar al fuego, en
donde con certeza no disfrutó del elogio porque no pudo oírlo».
El caso de Peregrino se ha citado
con algún detalle precisamente porque por lo común ahora no es controversial y
por consiguiente ilustra fácilmente el problema de los líderes religiosos
antinomianos. Como Peregrino son, en primer
lugar, hombres impíos, antinomianos. Puede haber grados de diferencia en
su moralidad, pero su carácter básico es el mismo. Segundo, en lugar de un celo por la Palabra y Ley de Dios, hay
un celo por la autopromoción y la gloria propia.
Hay muchos que dicen tener
revelaciones especiales y una palabra fresca de profecía. Por ejemplo, un
anuncio de 1970 hablaba de una «campaña» continua de un «evangelista» cuyo tema
el domingo por la noche era «Jesús entró en mi cuarto y me habló en Jerusalén».
¿Puede alguien imaginarse a San Pablo realizando tal «campaña»?
Sin embargo, los que no enseñan
toda la palabra de Dios no son menos culpables de ser falsos profetas. Los que
descuidan la Ley no tienen evangelio, porque han negado la justicia de Dios que
es primordial para el evangelio.
Se exige la pena de muerte para
todo el «que tuviere la presunción de hablar palabra en mi nombre, a quien yo
no le haya mandado hablar, o que hablare en nombre de dioses ajenos, el tal
profeta morirá» (Dt 18: 20). Esta ley es en parte responsable de las
ejecuciones de los herejes en la época medieval y durante la
Reforma, y estas ejecuciones
ahora se condenan fuertemente. Claro, en la mayoría de los casos aquellas
ejecuciones incluyeron otras presuposiciones. Es más, el punto de esta ley se
interpretó en forma errada. Las herejías eran a menudo serias, y las
ejecuciones a menudo fueron injustificadas, pero la Ley aquí no trata de las herejías
ni cuestiones de doctrina, por importantes que sean, sino de la profecía de
predicción según un dios y ley ajenos o falsos.
Tal profecía de predicción
descansaba como el sacrificio de niños, la hechicería, la magia y las prácticas
relacionadas descritas al principio de esta ley (Dt 18: 9-14) en una fe
anti-Dios, constituía traición a la sociedad y representaba orden legal ajeno y
revolucionario.
TOLERARLO ES UN SUICIDIO.
Los que deliberadamente enseñan
un orden legal revolucionario son traidores al orden legal existente. Los que
predican por codicia, avaricia, o tendencias antinomianas un punto de vista
defectuoso de las Escrituras también son traidores, aunque no en el mismo
sentido ni al mismo grado.
Ninguna sociedad puede dejar sin
castigo a los que se aparten de su fe fundamental.
Las sociedades marxistas ejecutan
a los que discrepan o cuestionan su dogma fundamental. Los estados socialistas
y democráticos son menos severos, pero con todo ejecutan a los traidores que
dan ayuda y alivio al enemigo. O bien se defiende la presuposición religiosa
fundamental de la sociedad, o la sociedad perece. En un orden social cristiano,
no son las desviaciones eclesiásticas las que deben ser preocupación civil,
sino más bien los desafíos a su estructura legal.
Permitir la revolución es
perecer. La tolerancia se debe conceder a diferencias dentro de un sistema
legal, pero no a los dedicados a derrocar ese sistema legal.
Roma, al perseguir a la iglesia
primitiva, estaba tratando de preservar su orden legal; los emperadores veían
claramente la disyuntiva: Cristo o César. Su premisa moral y religiosa era
falsa, pero su inteligencia civil era sólida: o el imperio pagano o la iglesia
tenía que morir. No vieron que el imperio ya estaba muriéndose, y que la muerte
de los cristianos no salvaría la vida precaria de Roma. Fue la comprensión de
Constantino de este hecho la que condujo al reconocimiento del cristianismo.
La relación de las varias clases
de predicción falsa (hechicería, magia, espiritualismo, etc.) con la subversión
merece una estudio extenso. No es coincidencia que el Primero de Mayo, día del
festival antiguo del culto a la fertilidad de las brujas, ha sido muchas veces
un día de importancia central para los revolucionarios, como lo atestiguan los
marxistas. Los abogados anticristianos que lo celebran como «día de la ley»
tienen en mente una ley anticristiana.