INTRODUCCIÓN
En la ley bíblica se considera el
perjurio como una ofensa muy seria. Precisamente debido a que los
procedimientos de la ley bíblica descansan, no en la autoinculpación a la
fuerza sino en el testimonio honesto, todo perjurio constituye una destrucción
de los procesos de la justicia. La ley, pues, es explícita y severa en sus actitudes
en cuanto al perjurio:
Y no juraréis falsamente por mi
nombre, profanando así el nombre de tu Dios. Yo Jehová (Lv 19:12).
Por dicho de dos o de tres
testigos morirá el que hubiere de morir; no morirá por el dicho de un solo
testigo. La mano de los testigos caerá;
Primero sobre él para matarlo, y después la mano de todo el pueblo; así
quitarás el mal de en medio de ti (Dt 17: 6, 7).
Cuando se levantare testigo falso
contra alguno, para testificar contra él, entonces los dos litigantes se
presentarán delante de Jehová, y delante de los sacerdotes y de los jueces que
hubiere en aquellos días.
Y los jueces inquirirán bien; y
si aquel testigo resultare falso, y hubiere acusado falsamente a su hermano,
entonces haréis a él como él pensó hacer a su hermano; y quitarás el mal de en
medio de ti. Y los que quedaren oirán y temerán, y no volverán a hacer más una
maldad semejante en medio de ti. Y no le compadecerás; vida por vida, ojo por
ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie (Dt 19: 16-21).
El testigo falso no quedará sin
castigo, y el que habla mentiras no escapará (Pr 19: 5).
El testigo falso no quedará sin
castigo, y el que habla mentiras perecerá (Pr 19: 9).
Martillo y cuchillo y saeta aguda
es el hombre que habla contra su prójimo falso testimonio (Pr 25: 18).
La ley contra el falso testimonio
se reitera repetidas veces en el Nuevo Testamento (Mt 19: 18; Mr 10: 19; Lc 18:
20; Ro 13: 9, etc.).
La ley equipara al perjurio con
la blasfemia, puesto que es la justicia de Dios lo que se ofende (Lv 19:12).
Los sacerdotes tienen una parte
en los tribunales, pues el juramento del testigo lo hace al Señor, «delante de
los sacerdotes y de los jueces» (Dt 19: 17).
Los
tribunales son inexorablemente establecimientos religiosos. La ley que administran representa
una religión y una moralidad, y los procedimientos de un tribunal descansan en
la integridad del juramento bajo el cual se da el testimonio.
Los tribunales humanistas están,
pues, condenados a declinar en integridad y a colapsar en una injusticia
radical, porque todo hombre se vuelve su propia ley y su propio tribunal. Tanto
el juramento como la ley son religiosos; altérese la religión detrás de ellos,
y la sociedad estará en revolución.
Así, es evidente, primero que nada, que el perjurio es
una ofensa religiosa tanto como civil y criminal. Aunque la Biblia pone severos
límites a la capacidad de un tribunal o de cualquier hombre de invadir la mente
de un individuo, declara con claridad que todo el testimonio que se exige
legalmente debe ser un testimonio veraz y fiel, o de otra manera se ha cometido
un delito contra Dios y el hombre.
Las culturas paganas esperaban falsos
testimonios y se apoyaban en la tortura para extraer la declaración deseada, fuera
esta verdadera o falsa. Debido a que la ley bíblica no permite la tortura ni el
testimonio más allá de ciertos límites, requiere la veracidad más estricta
dentro de esos límites, o de otra manera se corrompería la justicia. Como la
Biblia respeta a la persona, requiere mucho de la persona y por consiguiente
castiga a la persona que no mantiene la norma que Dios ha ordenado.
Segundo, la presuposición de la Ley
bíblica es la responsabilidad y culpa individual.
La Biblia no es ambientalista en
su explicación del pecado. Deuteronomio 17: 7 concluye: «Así quitarás el mal de
en medio de ti». El comentario de Waller de esta frase es muy significativo:
El
mal. La versión
griega traduce esto «el hombre malo», y la frase se toma en esta forma en 1ª Co
5: 13: «Quitad, pues, a ese perverso de
entre vosotros». La frase ocurre con frecuencia en Deuteronomio, y si vamos a
entender que en todos los lugares en donde aparece «el malo» se debe entender
un individuo, y tomarlo en el género masculino, el hecho parece merecer que se
lo note en consideración a la frase «y líbranos del mal» en el Padrenuestro. En
realidad no existe la perversidad en el mundo aparte de un ser o persona
perversa.
El mal no existe en lo abstracto.
Cuando nos vemos frente al pecado, nos vemos frente a una persona o personas, y
tenemos que habérnoslas con esa persona.
El enfoque ambientalista separa
al pecado de la persona y lo pone en su ambiente, que fue precisamente la tesis
de Satanás en Edén. Puesto que en última instancia Dios es nuestro ambiente,
esto significa que todo ambientalista
en esencia está en guerra contra Dios.
Este punto es de importancia
especial. Los ambientalistas disfrazan la cuestión básica con su apelación
sentimental. Un dicho común es que debemos «amar al pecador y detestar el
pecado». En términos de las Escrituras, esto es una imposibilidad.
EL PECADO NO EXISTE APARTE DEL HOMBRE;
NO EXISTE COMO UNA ABSTRACCIÓN.
No hay asesinato, excepto donde
hay asesinos, ni adulterio donde no hay adúlteros.
El homicidio y el adulterio
existen como violaciones posibles de la Ley por parte de personas. Al hacer separación entre el pecado y el
pecador, se separa el juicio de la
realidad, la persona, y se le pone sobre la posibilidad, el pecado. Debido a
que el pecado es posible porque
Dios creó así al hombre, el juicio y la culpa por esta posibilidad se le transfiere así a Dios.
Como Adán le dijo a Dios: «La
mujer que me diste por
compañera medio del árbol, y yo comí» (Gn 3:12). Adán, pues, le echó la culpa a Dios por haber
creado la posibilidad. El ambientalista siempre está en guerra contra Dios.
Tercero, el castigo del perjurio se da en
términos del principio de ojo por ojo.
Aquí, Wright sorpresivamente va
al punto:
El principio de ojo por ojo es en
lo que se basa la ley israelita. Es uno de los principios más malentendidos y
más malinterpretados del AT, debido al hecho de que de manera popular se piensa
que es un mandamiento general a tomar venganza. Tal comprensión es
completamente errada. Ni en el AT ni en el NT tiene el hombre derecho a tomar
venganza. Eso es un asunto que se debe dejar a Dios.
El principio de ojo por ojo es un
principio legal que limita la venganza. Es para que se guíe el juez al aplicar
la pena, que debe ajustarse al delito cometido. Por tanto, es el principio
básico de toda justicia que se administre legalmente.
Este principio quiere decir que,
en los casos en que la vida del acusado está en juego, se debe ejecutar al
falso testigo. Si lo que está en juego es una restitución de $1000, el testigo
falso debe hacer un pago de $1000. El castigo se le aplica al perjuro.
Es importante darse cuenta de que
esta ley bíblica fue en un tiempo una parte de la ley estadounidense. Todavía
está en los libros en algunos casos. Clark notó que «en la ley de Texas, cuando
se comete perjurio en un juicio de un delito capital, el castigo del perjurio
será la muerte (Ver 32 Tex Jur 825, par 40)».
En un tribunal de California, se
dijo:
Es tiempo de que los ciudadanos
de este estado (California) se den cuenta de una vez por todas de que el
mandamiento bíblico: «No hablarás contra tu prójimo falso testimonio», ha sido
incorporado en la ley de este estado, y que toda persona ante todo tribunal,
funcionario o persona competentes, en cualquiera de los casos en que tal
juramento se deba prestar por ley, de manera voluntaria y a pesar de tal
juramento presente como verdad cualquier asunto material que sepa que es falso,
será culpable de perjurio, y eso será punible con privación de libertad en la
prisión estatal por no menos de uno y no más de catorce años. People Rosen (1937) 20 Cal. App. 2 445,
66, P2d 1208, 1210 (McComb J).
En algunos estados por lo menos,
si un fiscal a sabiendas introduce un falso testimonio, el veredicto se anula
porque al acusado se le ha negado un juicio justo.
Los libros apócrifos nos dan un
famoso relato de la pena de muerte que se aplicó a dos falsos testigos que
testificaron contra Susana. Se dice que «según la ley de Moisés les hicieron de
tal suerte como ellos maliciosamente intentaron hacerle a su prójimo; y se les
hizo morir».
Cuarto, la ley prohíbe la compasión hacia
el perjuro, y, en general, hacia los malhechores: «No le compadecerás» (Dt 19: 21).
En particular, la compasión hacia el que da falso testimonio es una emoción radicalmente
rebelde que nos alinea con los que están destruyendo el orden social. Un orden
legal cristiano no puede sobrevivir al quebrantamiento de sus tribunales, y
toda tolerancia del perjurio, y de los falsos testigos en general, disuelve la
justicia y la comunicación, y atomiza a la sociedad.
El hecho de que el perjurio quede
relativamente sin castigo hoy, y que en general se tolere el falso testimonio,
no es un aspecto pequeño de nuestra decadencia social.
Quinto, el significado de la frase: «así
quitarás el mal de en medio de ti», ya se ha citado, y también en relación con
el Padrenuestro. La petición: «líbranos del mal» (Mt 6: 13), se traduce mejor:
«líbranos del malo». El mal, de nuevo, no es abstracto. Es Satanás, y es toda
persona perversa del mundo. Inmediatamente después de esta petición se halla la
doxología «porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los
siglos. Amén» (Mt 6: 13). El reino, el poder y la gloria le pertenecen al Dios
trino, y no al perverso.
Los que adscriben a
conspiraciones ocultas un control radical paso a paso sobre los hombres y
eventos están adscribiéndole el reino a Satanás y son satanistas. Éste es el
más grande de los falsos testimonios y es perjurio.
El mal es serio, cruel y mortal
porque los pecadores son así. Necesitamos orar para que se nos libre del malo.
Se nos da la ley a fin de enfrentar a cualquier malo. Castigar al perjuro sin
compasión. Hacerle a él lo que él quería hacerles a otros. Actuar siempre
contra los que dan falso testimonio, roban, asesinan y de cualquier manera
pisotean arrogantemente la ley de Dios.
Compadecer al justo, las
víctimas, los ofendidos, los pobres y los necesitados, las viudas y los
huérfanos, pero actuar contra los inicuos. «Así quitarás el mal de en medio de
ti».