14. «TODA PALABRA OCIOSA»

INTRODUCCIÓN

Si los existencialistas tienen razón, vivimos en un mundo sin absolutos morales ni ley trascendental. En un mundo sin leyes absolutas, cualquier dios o dioses que pudieran existir pueden, junto con los hombres, solamente dar consejo, y ese consejo en el mejor de los casos solo puede ser pragmático. No hay, entonces, ley a la que apelar.
De la difamación, por consiguiente, tal consejo de los dioses puede decir que tal vez meta en problemas a un hombre, y que otros se resentirán por ello. No es errada en sí y por sí misma; puede ser ventajosa, pero también puede ser desastrosa.
Demasiado a menudo, en vez de presentar la enseñanza bíblica respecto a la difamación como ley, la iglesia la ha enseñado como consejo pragmático. Por eso no sorprende que una época enseñada por religiosos antinomianos se haya vuelto existencialista. Muchas condenaciones del chisme y la calumnia aparecen en la Biblia.
Algunas de las más interesantes son las siguientes, interesante por la variedad de formas de calumnia que son condenadas: Lc 6: 41-45. La difamación brota de un corazón malo. Sal 109: 3. Brota del odio.
1ª Ti 5: 13. La falta de fe más la ociosidad producen difamación. Pr 11: 9. Los hipócritas son adictos a calumniar al justo.
Sal 50: 19, 20. Los perversos son tan adictos a la calumnia que incluso difaman a su familia.
Ap 12: 10. El diablo es un «acusador» o calumniador.
Sal 52:4. A los perversos les encanta destruir a los hombres con su difamación.
Pr 10:18. El que se da a la calumnia es un necio.
Tit 2: 3. A las ancianas se les advierte que no se den a la difamación.
1ª Ti 3:11. Se advierte en contra de la calumnia a las esposas de los oficiales de la iglesia.
Mt 26:60. Cristo fue blanco del perjurio.
Jud 8. Los gobernantes están expuestos a la difamación de parte de «soñadores [que] mancillan» o falsos idealistas.
Ro 3: 8; 2 Co 6:8. San Pablo fue blanco de la calumnia.
Sal 38: 12; 108:2; 1ª P 4: 4. El pueblo de Dios está expuesto a la calumnia.
Sal 15: 1, 3; 34:13; 1A P 2: 12; 3: 10; 3:16; Ef 4: 31; Tit 3: 1, 2; 1A Co 4: 13; Mt 5: 11. A los santos se les dan instrucciones sobre su conducta en relación con el falso testimonio. Algunos de los efectos prácticos que se citan  son separación de amigos (Pr 16: 28); heridas mortales (Pr 18: 8; 26:22); conflicto (Pr 26:20); discordia entre hermanos (Pr 6: 19); homicidio (Sal 31: 13; Ez 22: 9).
Stg 3:1-12. La lengua sin freno representa un deseo perverso de señorear sobre otros hombres denigrándolos, y recibe «mayor condenación» o juicio, posiblemente mayor exigencia de cuentas.

LA LEY ESTÁ CLARAMENTE EN MENTE CONFORME SANTIAGO HABLA.

La referencia más aleccionadora es la declaración de nuestro Señor: «Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio» (Mt 12: 36). La palabra ociosa también se traduce como «inútiles» (PDT), «difamatoria» (LAT), y «palabra inoperante, que no funciona» (Versión Ampliada, en inglés). El comentario de Alford sobre esta palabra destaca un significado esencial:
Ociosa tal vez se entienda mejor aquí en su sentido más suave y negativo, como todavía no determinado hasta el juicio; así que la declaración de nuestro
Señor es una deducción «a minori» y si de todo dicho ocioso, ¿cuanto más todo dicho perverso?.
Para replantear esto, nuestro Señor declaró;
Primero, que la vida de un hombre debe ser un testimonio verdadero, debe dar buen fruto para Dios, porque, como criatura, está creado a fin de producir resultados para Dios (Mt 12: 33-35). Por tanto, a cada hombre se le requiere que ejerza dominio bajo Dios para dar testimonio para Dios.
Segundo, las «palabras ociosas» son las que no tienen sentido, o sea, palabras fuera del llamamiento del hombre bajo Dios. Serán juzgadas al final, pero, por el momento, al hombre se le da tiempo para volverse a Dios y convertirse de una vida ociosa y obras ociosas a una vida productiva bajo Dios.
Tercero, esto implica que toda palabra perversa, toda instancia de perjurio y difamación, se debe castigar ahora, sea dicha por un pecador o por un santo. Los representantes de la ley deben tratar con la palabra perversa; Dios a su tiempo juzgará toda palabra ociosa.
Cuarto, «por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mt 12: 37).
La NVI dice: «Porque por tus palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará », traducción que deja en claro la referencia legal básica de este enunciado.
Los tribunales de este mundo deben pedirle cuentas a un hombre por sus palabras, y Dios también le pide cuentas al hombre. Las palabras, pues, se ve que son un aspecto básico del «fruto» del hombre, su producción reveladora, y las palabras, como las acciones, están enteramente dentro de la esfera del juicio.
En este punto es imperativo aclarar que la ley contra el falso testimonio no es un consejo de dulzura y veleidad. No se nos aconseja que seamos evasivos en nuestro hablar, ni que usemos lisonja, ni tampoco se nos prohíbe decir la verdad en cuanto al mal o condenarlo.
Nuestro Señor ordenó: «No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio» (Jn 7: 24). En ninguna parte se nos dice que renunciemos a los estándares y juicios morales; se nos prohíbe juzgar según los criterios personales y humanistas (Mt 7: 1, 2). Cristo les habló de manera contundente y cortante a los fariseos y de ellos; llamó «zorra» a Herodes, y su vocabulario fue contundente y rotundo.
Lo que se dice de no decir nada desagradable de nadie equivale a un llamado a dar falso testimonio; y ha producido una generación de seguidores de filosofía humanista y una mala conciencia en cuanto a decir la verdad.
La Ley, pues, es el contexto de toda la enseñanza bíblica respecto a la «lengua sin freno». El marco de referencia siempre es la Ley, y no solo el consejo pragmático.
Hay un castigo futuro para una vida de palabras ociosas, y debe haber un castigo presente para toda palabra perversa.
La seriedad de la Ley respecto a la difamación es evidente en Apocalipsis 22: 15, en donde se cita a los que se les niega la ciudadanía en la Nueva Jerusalén: los «perros», o sea, homosexuales; los «hechiceros», los que practican la magia, los que tratan de controlar lo natural y sobrenatural como si fueran dioses; los «fornicarios», o los que no practican la castidad sexual; los «idólatras», los que adoran dioses falsos; «y todo aquel que ama y hace mentira» (PDT: «los que les gustan e inventan mentiras»).
Por otro lado, «bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad» (Ap 22: 14).
La época humanista ha dado, sin embargo, una nueva eminencia a la lengua sin freno y a la palabra ociosa. La calumnia y la difamación han sido bastante comunes en toda época, pero una era humanista tiene un interés asombroso en el falso testimonio. La ideología humanista exalta al hombre, y en toda era humanista los hombres han tenido un celoso deseo de difamar y degradar al hombre.
Como el hombre es el dios de la ideología humanista, los pecadores hallan deleite especial en acudir a ese nuevo dios, a oír el chisme inmundo y cruel respecto a los hombres que están en eminencia.

EL COLUMNISTA SOCIAL DESEMPEÑA UN PAPEL IMPORTANTE EN UNA SOCIEDAD HUMANISTA.

En toda época ha habido curiosidad por la vida de los hombres y mujeres grandes y las personas prominentes. Pero últimamente este interés se hay impulsado cada vez más a un nuevo escenario, el mundo del teatro, el jet set, las personas de notoriedad, y los criminales, a muchos de los cuales se les ha tratado como si fueran héroes, en tanto que se ha hallado deleite al informar escándalos reales o inventados sobre personas importantes.
William Randolph Hearst, famoso publicador de periódicos, expresó su disgusto personal por Walter Winchell, y ordenó a su personal: «Manténganlo lejos de mí», pero lo usó lucrativamente para aumentar el interés de los lectores. El chisme hizo de Winchell un hombre rico e importante. Según McKelway, Winchell, hombre de dudoso calibre, había tenido en el pasado una protección asombrosa:
Su valiosa vida, en un tiempo protegida celosamente por guardaespaldas asignados por sus amigos Owney Madden y Lucky Luciano, ha sido vigilada en años recientes por agentes pagados por el Buró Federal de Investigaciones (FBI), asignados a él por su amigo J. Edgard Hoover.
McKelway cita un asombroso caso en 1934 en que agentes del FBI y pistoleros de Capone le dieron a Winchell una guardia de cortesía: detectives de Chicago también fueron parte de la protección especial que Winchell recibió. ¿Se le estaba protegiendo del pueblo?.
Notorios estadounidenses cortejaban a Winchell, hombres como Herbert Bayard Swope, M. Lincoln Schuster, Burton Rascoe, Heywood Broun, Alexander Woollcott, Alice Duer Miller, y otros5. Sin embargo, Marlen Pew, editor de Editor & Publisher atacó a Winchell6. La importancia de Winchell ya ha terminado, pero no el celo humanista por el chisme.
La ideología humanista exalta al hombre y por consiguiente los motivos de los hombres. Por tanto, si hay conflicto entre la verdad y los deseos de los hombres, se sacrifica la verdad. Una muestra importante de eso es el caso del doctor Frederick A. Cook, que el 21 de abril de 1908 se convirtió en el primer hombre en llegar al Polo Norte. Un año después, el 6 de abril de 1909, un ingeniero civil de la marina de los Estados Unidos, Robert Peary, llegó al polo. Peary empezó una campaña para desacreditar a Cook, a la cual se unieron hombres de alta posición.
Más tarde se puso a Cook en prisión por un término de catorce años y nueve meses, en Leavenworth, y se le multó por $12 000 por una supuesta estafa petrolera de una compañía en la que trabajaba como directivo y geólogo. En realidad, el campo petrolero ya estaba produciendo y llegó a ser «una de las áreas más productivas de petróleo de Texas y Arkansas». Cook, el mayor inversionista individual, no había recibido ni salario, ni comisión, ni ganancias. El juez John M. Killits, de
Toledo, Ohio, al dictar sentencia, dijo al doctor Cook en palabras que permanecerán para siempre como hito de injusticia:
Esta es una de las ocasiones cuando su peculiar y persuasiva personalidad hipnótica no le sirve, ¿verdad? Ha llegado por fin al punto en que no puede estafar a nadie. Ha venido a la montaña y no puede alcanzar la latitud; está por encima de usted.
Primero tuvimos a Ananías, luego tuvimos a Maquiavelo; el siglo 20 produjo a Frederic A. Cook. Pobre Ananías, ya está en el olvido, y Maquiavelo; tenemos a Frederic A. Cook.
Cook, este negocio suyo y esta invención suya, y esta ejecución suya era tan condenablemente torcida que sé que los hombres que le defendieron lo hicieron con sus pañuelos sobre sus narices, porque hedías, apestabas hasta el cielo.
Quisiera poder hacer con Ud. lo que quisiera, la manera como me siento en cuanto a Ud.; quisiera no estar circunscrito por algunos convencionalismos que pienso que son errores. No creo que deba andar suelto; es peligroso.
Sin duda ya tiene escondidas esas ganancias suyas mal habidas. No veo cómo un hombre vivo que tenga algún aprecio por las normas de decencia u honestidad puede sugerir que deba quedarse con un solo centavo de eso… porque todo centavo del mismo se lo robó a huérfanos, y viudas, y viejos crédulos; personas en la más profunda pobreza; personas ansiosas de ganar dinero suficiente para asegurarse un entierro decente.
Oh Dios, Cook, ¿no tiene para nada algún sentido de decencia, o es su vanidad tan altanera que no responde a lo que deberían ser para Ud. Llamados de decencia? ¿No le acosan por la noche? ¿Puede dormir?
¿De qué sirve hablarle? Su desfachatez, vanidad y descaro son tan monumentales, tan fríos como acero, tan insensibles, tan insolentes a lo que yo tengo que decirle que la única satisfacción que tengo al decirlo es que sé que estoy voceando los sentimientos de la gente decente de Texas sin ninguna duda; aquellos que tienen suficientes sesos como para no caer por lo que algunos de estos necios llaman su personalidad. No sé dónde está. La llaman «personalidad», sea que se trate de una cara de naipes o cara falsa.
Es extraño… que los fiscales me hayan sugerido que no sea demasiado duro con Ud. Es mi disposición y mi aborrecimiento de un pillo como Ud.
Lo asombroso de estos comentarios es que se registraron; tal vez la importancia del juicio hacía obligatorio el registro completo. Sin embargo, cualquiera que ha pasado tiempo en los tribunales, observando procesos, reconocerá la arrogancia, desprecio, y aire de infalibilidad que caracteriza a demasiados jueces humanistas.
Una transcripción fiel de muchos procesos dejaría desconcertada a la mayoría de las personas.
Las afirmaciones del Dr. Cook se han establecido como válidas, pero los libros de texto todavía no lo mencionan como el descubridor del Polo Norte, ni citan sus muchos grandes logros. El doctor Cook cometió el error de superar en logros a Peary, empleado del gobierno federal.
Las vidas de los hermanos Wright se vieron de manera similar amargadas por la indisposición de las autoridades federales de acreditarlos por haber logrado el primer vuelo exitoso de un avión. Los Wright cometieron el error de ser independientes y no parte de ninguna agencia federal ni del mundo académico.
El crédito se le concedió al trabajo de S. P. Langley, empleado federal del personal del Instituto Smithsoniano, y se recurrió al fraude a fin de apuntalar eso. Algunas obras de referencia ahora dan el crédito a Langley, y a los hermanos Wright se les relega a una posición secundaria.
Nada de esto debe sorprendernos. Cuando un estado niega a Dios, niega el principio de la verdad. Inevitablemente se exaltará a sí mismo al lugar de Dios, y luego mentirá para mantener su poder y prestigio.
Los norteamericanos a menudo hallan divertido cuando leen que la Unión Soviética dice que el automóvil, el teléfono y otras invenciones fueron hechas primero por rusos. No hay nada de ilógico en estas afirmaciones, por falsas que sean. Si los Estados Unidos pueden distorsionar la historia para favorecer a empleados federales, ¿por qué la USSR no puede distorsionar la historia para hacer afirmaciones a favor de sus ciudadanos? El objetivo no es la verdad, sino el poder y el prestigio.
La época humanista no está dispuesta a ver sus faltas ni a reconocer sus males radicales. San Alfonso de Liguria era muy aficionado a la música de los salones de música licenciosa de su día en Nápoles. Para disfrutar la música sin tener que ver el escenario, como era miope, recurrió al artificio de quitarse los anteojos tan pronto como se sentaba en un palco bastante lejos del escenario.
La ocurrencia de Alfonso es una importante obsesión en la ideología humanista el humanismo demasiada palabrería ; está resuelta a no ver los errores que revelan la culpa y mal radical de la ideología humanista del humanismo. Está decidida a dar falso testimonio respecto a sí misma. Dará, por consiguiente, mucho más falso testimonio respecto a otros. Sus palabras ociosas pronto serán juzgadas. Sus esperanzas quedarán confundidas.
La ideología humanista el humanismo sueña con la unidad, la unidad del hombre, pero más bien contribuye a la desunión del hombre. San Bernardo de Claraval, en su De consideratione (1152), contrasta la unidad colectiva con la unidad constitutiva. La unidad colectiva se puede obtener amontonando piedras; la unidad constitutiva existe cuando muchos miembros hacen un cuerpo, en donde las cosas o personas son miembros unas de los otras.

La unidad que la ideología humanista el humanismo logra es colectiva, y hace violencia a la verdadera unidad, que es posible solo en Cristo, quien da testimonio de la única verdadera unidad. A menos que Cristo nos alimente, no podemos ser alimentados. Toda palabra de la ideología humanista del humanismo [así es en todo el libro] es una «palabra ociosa».