INTRODUCCIÓN
Si los existencialistas tienen
razón, vivimos en un mundo sin absolutos morales ni ley trascendental. En un
mundo sin leyes absolutas, cualquier dios o dioses que pudieran existir pueden,
junto con los hombres, solamente dar consejo, y ese consejo en el mejor de los
casos solo puede ser pragmático. No hay, entonces, ley a la que apelar.
De la difamación, por
consiguiente, tal consejo de los dioses puede decir que tal vez meta en
problemas a un hombre, y que otros se resentirán por ello. No es errada en sí y
por sí misma; puede ser ventajosa, pero también puede ser desastrosa.
Demasiado a menudo, en vez de
presentar la enseñanza bíblica respecto a la difamación como ley, la iglesia la
ha enseñado como consejo pragmático. Por eso no sorprende que una época
enseñada por religiosos antinomianos se haya vuelto existencialista. Muchas
condenaciones del chisme y la calumnia aparecen en la Biblia.
Algunas de las más interesantes
son las siguientes, interesante por la variedad de formas de calumnia que son
condenadas: Lc 6: 41-45. La difamación brota de un corazón malo. Sal 109: 3.
Brota del odio.
1ª Ti 5: 13. La falta de fe más
la ociosidad producen difamación. Pr 11: 9. Los hipócritas son adictos a
calumniar al justo.
Sal 50: 19, 20. Los perversos son
tan adictos a la calumnia que incluso difaman a su familia.
Ap 12: 10. El diablo es un
«acusador» o calumniador.
Sal 52:4. A los perversos les
encanta destruir a los hombres con su difamación.
Pr 10:18. El que se da a la
calumnia es un necio.
Tit 2: 3. A las ancianas se les
advierte que no se den a la difamación.
1ª Ti 3:11. Se advierte en contra
de la calumnia a las esposas de los oficiales de la iglesia.
Mt 26:60. Cristo fue blanco del
perjurio.
Jud 8. Los gobernantes están
expuestos a la difamación de parte de «soñadores [que] mancillan» o falsos
idealistas.
Ro 3: 8; 2 Co 6:8. San Pablo fue
blanco de la calumnia.
Sal 38: 12; 108:2; 1ª P 4: 4. El
pueblo de Dios está expuesto a la calumnia.
Sal 15:
1, 3; 34:13; 1A P 2: 12; 3: 10; 3:16; Ef 4: 31; Tit 3: 1, 2; 1A
Co 4: 13; Mt 5: 11. A los santos se les dan instrucciones sobre su conducta en
relación con el falso testimonio. Algunos de los efectos prácticos que se citan son separación de amigos (Pr 16: 28); heridas
mortales (Pr 18: 8; 26:22); conflicto (Pr 26:20); discordia entre hermanos (Pr
6: 19); homicidio (Sal 31: 13; Ez 22: 9).
Stg 3:1-12. La lengua sin freno
representa un deseo perverso de señorear sobre otros hombres denigrándolos, y
recibe «mayor condenación» o juicio, posiblemente mayor exigencia de cuentas.
LA LEY ESTÁ CLARAMENTE EN MENTE
CONFORME SANTIAGO HABLA.
La referencia más aleccionadora
es la declaración de nuestro Señor: «Mas yo os digo que de toda palabra ociosa
que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio» (Mt 12: 36).
La palabra ociosa también se
traduce como «inútiles» (PDT), «difamatoria» (LAT), y «palabra inoperante, que
no funciona» (Versión Ampliada, en inglés). El comentario de Alford sobre esta
palabra destaca un significado esencial:
Ociosa
tal vez se
entienda mejor aquí en su sentido más suave y negativo, como todavía no
determinado hasta el juicio; así que la declaración de nuestro
Señor es una deducción «a minori»
y si de todo dicho ocioso, ¿cuanto
más todo dicho perverso?.
Para replantear esto, nuestro
Señor declaró;
Primero, que la vida de un hombre debe ser
un testimonio verdadero, debe dar buen fruto para Dios, porque, como criatura,
está creado a fin de producir resultados para Dios (Mt 12: 33-35). Por tanto, a
cada hombre se le requiere que ejerza dominio bajo Dios para dar testimonio para
Dios.
Segundo, las «palabras ociosas» son las
que no tienen sentido, o sea, palabras fuera del llamamiento del hombre bajo
Dios. Serán juzgadas al final, pero, por el momento, al hombre se le da tiempo
para volverse a Dios y convertirse de una vida ociosa y obras ociosas a una
vida productiva bajo Dios.
Tercero, esto implica que toda palabra
perversa, toda instancia de perjurio y difamación, se debe castigar ahora, sea
dicha por un pecador o por un santo. Los representantes de la ley deben tratar
con la palabra perversa; Dios a
su tiempo juzgará toda palabra ociosa.
Cuarto, «por tus palabras serás
justificado, y por tus palabras serás condenado» (Mt 12: 37).
La NVI dice: «Porque por tus
palabras se te absolverá, y por tus palabras se te condenará », traducción que
deja en claro la referencia legal básica de este enunciado.
Los tribunales de este mundo
deben pedirle cuentas a un hombre por sus palabras, y Dios también le pide
cuentas al hombre. Las palabras, pues, se ve que son un aspecto básico del
«fruto» del hombre, su producción reveladora, y las palabras, como las acciones,
están enteramente dentro de la esfera del juicio.
En este punto es imperativo
aclarar que la ley contra el falso testimonio no es un consejo de dulzura y
veleidad. No se nos aconseja que seamos evasivos en nuestro hablar, ni que
usemos lisonja, ni tampoco se nos prohíbe decir la verdad en cuanto al mal o
condenarlo.
Nuestro Señor ordenó: «No
juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio» (Jn 7: 24). En
ninguna parte se nos dice que renunciemos a los estándares y juicios morales;
se nos prohíbe juzgar según los criterios personales y humanistas (Mt 7: 1, 2).
Cristo les habló de manera contundente y cortante a los fariseos y de ellos;
llamó «zorra» a Herodes, y su vocabulario fue contundente y rotundo.
Lo que se dice de no decir nada
desagradable de nadie equivale a un llamado a dar falso testimonio; y ha
producido una generación de seguidores de filosofía humanista y una mala
conciencia en cuanto a decir la verdad.
La Ley, pues, es el contexto de
toda la enseñanza bíblica respecto a la «lengua sin freno». El marco de
referencia siempre es la Ley, y no solo el consejo pragmático.
Hay un castigo futuro para una
vida de palabras ociosas, y debe haber un castigo presente para toda palabra
perversa.
La seriedad de la Ley respecto a
la difamación es evidente en Apocalipsis 22: 15, en donde se cita a los que se
les niega la ciudadanía en la Nueva Jerusalén: los «perros», o sea,
homosexuales; los «hechiceros», los que practican la magia, los que tratan de
controlar lo natural y sobrenatural como si fueran dioses; los «fornicarios», o
los que no practican la castidad sexual; los «idólatras», los que adoran dioses
falsos; «y todo aquel que ama y hace mentira» (PDT: «los que les gustan e
inventan mentiras»).
Por otro lado, «bienaventurados
los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar
por las puertas en la ciudad» (Ap 22: 14).
La época humanista ha dado, sin
embargo, una nueva eminencia a la lengua sin freno y a la palabra ociosa. La
calumnia y la difamación han sido bastante comunes en toda época, pero una era
humanista tiene un interés asombroso en el falso testimonio. La ideología
humanista exalta al hombre, y en toda era humanista los hombres han tenido un
celoso deseo de difamar y degradar al hombre.
Como el hombre es el dios de la
ideología humanista, los pecadores hallan deleite especial en acudir a ese
nuevo dios, a oír el chisme inmundo y cruel respecto a los hombres que están en
eminencia.
EL COLUMNISTA SOCIAL DESEMPEÑA UN
PAPEL IMPORTANTE EN UNA SOCIEDAD HUMANISTA.
En toda época ha habido
curiosidad por la vida de los hombres y mujeres grandes y las personas
prominentes. Pero últimamente este interés se hay impulsado cada vez más a un
nuevo escenario, el mundo del teatro, el jet set, las personas de notoriedad, y
los criminales, a muchos de los cuales se les ha tratado como si fueran héroes,
en tanto que se ha hallado deleite al informar escándalos reales o inventados
sobre personas importantes.
William Randolph Hearst, famoso publicador
de periódicos, expresó su disgusto personal por Walter Winchell, y ordenó a su
personal: «Manténganlo lejos de mí», pero lo usó lucrativamente para aumentar
el interés de los lectores. El chisme hizo de Winchell un hombre rico e importante.
Según McKelway, Winchell, hombre de dudoso calibre, había tenido en el pasado
una protección asombrosa:
Su valiosa vida, en un tiempo
protegida celosamente por guardaespaldas asignados por sus amigos Owney Madden
y Lucky Luciano, ha sido vigilada en años recientes por agentes pagados por el
Buró Federal de Investigaciones (FBI), asignados a él por su amigo J. Edgard
Hoover.
McKelway cita un asombroso caso
en 1934 en que agentes del FBI y pistoleros de Capone le dieron a Winchell una
guardia de cortesía: detectives de Chicago también fueron parte de la
protección especial que Winchell recibió. ¿Se le estaba protegiendo del
pueblo?.
Notorios estadounidenses
cortejaban a Winchell, hombres como Herbert Bayard Swope, M. Lincoln Schuster,
Burton Rascoe, Heywood Broun, Alexander Woollcott, Alice Duer Miller, y otros5.
Sin embargo, Marlen Pew, editor de Editor
& Publisher atacó a
Winchell6. La importancia de Winchell ya ha terminado, pero no el celo
humanista por el chisme.
La ideología humanista exalta al
hombre y por consiguiente los motivos de
los hombres. Por tanto, si hay conflicto entre la verdad y los deseos de los
hombres, se sacrifica la verdad. Una muestra importante de eso es el caso del
doctor Frederick A. Cook, que el 21 de abril de 1908 se convirtió en el primer
hombre en llegar al Polo Norte. Un año después, el 6 de abril de 1909, un
ingeniero civil de la marina de los Estados Unidos, Robert Peary, llegó al
polo. Peary empezó una campaña para desacreditar a Cook, a la cual se unieron
hombres de alta posición.
Más tarde se puso a Cook en
prisión por un término de catorce años y nueve meses, en Leavenworth, y se le
multó por $12 000 por una supuesta estafa petrolera de una compañía en la que
trabajaba como directivo y geólogo. En realidad, el campo petrolero ya estaba
produciendo y llegó a ser «una de las áreas más productivas de petróleo de Texas
y Arkansas». Cook, el mayor inversionista individual, no había recibido ni
salario, ni comisión, ni ganancias. El juez John M. Killits, de
Toledo, Ohio, al dictar
sentencia, dijo al doctor Cook en palabras que permanecerán para siempre como
hito de injusticia:
Esta es una de las ocasiones
cuando su peculiar y persuasiva personalidad hipnótica no le sirve, ¿verdad? Ha
llegado por fin al punto en que no puede estafar a nadie. Ha venido a la
montaña y no puede alcanzar la latitud; está por encima de usted.
Primero tuvimos a Ananías, luego
tuvimos a Maquiavelo; el siglo 20 produjo a Frederic A. Cook. Pobre Ananías, ya
está en el olvido, y Maquiavelo; tenemos a Frederic A. Cook.
Cook, este negocio suyo y esta
invención suya, y esta ejecución suya era tan condenablemente torcida que sé
que los hombres que le defendieron lo hicieron con sus pañuelos sobre sus
narices, porque hedías, apestabas hasta el cielo.
Quisiera poder hacer con Ud. lo
que quisiera, la manera como me siento en cuanto a Ud.; quisiera no estar circunscrito
por algunos convencionalismos que pienso que son errores. No creo que deba
andar suelto; es peligroso.
Sin duda ya tiene escondidas esas
ganancias suyas mal habidas. No veo cómo un hombre vivo que tenga algún aprecio
por las normas de decencia u honestidad puede sugerir que deba quedarse con un
solo centavo de eso… porque todo centavo del mismo se lo robó a huérfanos, y
viudas, y viejos crédulos; personas en la más profunda pobreza; personas
ansiosas de ganar dinero suficiente para asegurarse un entierro decente.
Oh Dios, Cook, ¿no tiene para
nada algún sentido de decencia, o es su vanidad tan altanera que no responde a
lo que deberían ser para Ud. Llamados de decencia? ¿No le acosan por la noche?
¿Puede dormir?
¿De qué sirve hablarle? Su desfachatez,
vanidad y descaro son tan monumentales, tan fríos como acero, tan insensibles,
tan insolentes a lo que yo tengo que decirle que la única satisfacción que
tengo al decirlo es que sé que estoy voceando los sentimientos de la gente
decente de Texas sin ninguna duda; aquellos que tienen suficientes sesos como
para no caer por lo que algunos de estos necios llaman su personalidad. No sé
dónde está. La llaman «personalidad», sea que se trate de una cara de naipes o
cara falsa.
Es extraño… que los fiscales me
hayan sugerido que no sea demasiado duro con Ud. Es mi disposición y mi
aborrecimiento de un pillo como Ud.
Lo asombroso de estos comentarios
es que se registraron; tal vez la importancia del juicio hacía obligatorio el
registro completo. Sin embargo, cualquiera que ha pasado tiempo en los
tribunales, observando procesos, reconocerá la arrogancia, desprecio, y aire de
infalibilidad que caracteriza a demasiados jueces humanistas.
Una transcripción fiel de muchos
procesos dejaría desconcertada a la mayoría de las personas.
Las afirmaciones del Dr. Cook se
han establecido como válidas, pero los libros de texto todavía no lo mencionan
como el descubridor del Polo Norte, ni citan sus muchos grandes logros. El
doctor Cook cometió el error de superar en logros a Peary, empleado del
gobierno federal.
Las vidas de los hermanos Wright
se vieron de manera similar amargadas por la indisposición de las autoridades
federales de acreditarlos por haber logrado el primer vuelo exitoso de un
avión. Los Wright cometieron el error de ser independientes y no parte de
ninguna agencia federal ni del mundo académico.
El crédito se le concedió al
trabajo de S. P. Langley, empleado federal del personal del Instituto Smithsoniano,
y se recurrió al fraude a fin de apuntalar eso. Algunas obras de referencia
ahora dan el crédito a Langley, y a los hermanos Wright se les relega a una
posición secundaria.
Nada de esto debe sorprendernos.
Cuando un estado niega a Dios, niega el principio de la verdad. Inevitablemente
se exaltará a sí mismo al lugar de Dios, y luego mentirá para mantener su poder
y prestigio.
Los norteamericanos a menudo
hallan divertido cuando leen que la Unión Soviética dice que el automóvil, el
teléfono y otras invenciones fueron hechas primero por rusos. No hay nada de
ilógico en estas afirmaciones, por falsas que sean. Si los Estados Unidos
pueden distorsionar la historia para favorecer a empleados federales, ¿por qué
la USSR no puede distorsionar la historia para hacer afirmaciones a favor de
sus ciudadanos? El objetivo no es la verdad, sino el poder y el prestigio.
La época humanista no está
dispuesta a ver sus faltas ni a reconocer sus males radicales. San Alfonso de
Liguria era muy aficionado a la música de los salones de música licenciosa de
su día en Nápoles. Para disfrutar la música sin tener que ver el escenario,
como era miope, recurrió al artificio de quitarse los anteojos tan pronto como
se sentaba en un palco bastante lejos del escenario.
La ocurrencia de Alfonso es una
importante obsesión en la ideología humanista el humanismo demasiada palabrería
; está resuelta a no ver los errores que revelan la culpa y mal radical de la
ideología humanista del humanismo. Está decidida a dar falso testimonio respecto
a sí misma. Dará, por consiguiente, mucho más falso testimonio respecto a
otros. Sus palabras ociosas pronto serán juzgadas. Sus esperanzas quedarán confundidas.
La ideología humanista el
humanismo sueña con la unidad, la unidad del hombre, pero más bien contribuye a
la desunión del hombre. San Bernardo de Claraval, en su De consideratione (1152), contrasta la unidad colectiva con la
unidad constitutiva. La unidad colectiva se puede obtener amontonando piedras;
la unidad constitutiva existe cuando muchos miembros hacen un cuerpo, en donde las
cosas o personas son miembros unas de los otras.
La unidad que la ideología
humanista el humanismo logra es colectiva, y hace violencia a la verdadera
unidad, que es posible solo en Cristo, quien da testimonio de la única
verdadera unidad. A menos que Cristo nos alimente, no podemos ser alimentados.
Toda palabra de la ideología humanista del humanismo [así es en todo el libro]
es una «palabra ociosa».