INTRODUCCIÓN
La ley bíblica prohíbe la
calumnia dentro del matrimonio, o sea, la calumnia del marido o la mujer con
respecto a su cónyuge. Como Clark ha destacado, tal calumnia hace del marido,
por ejemplo, culpable no solo ante su esposa, sino también ante su familia.
Esta ley es un ejemplo importante de ley consuetudinaria:
Cuando alguno tomare mujer, y
después de haberse llegado a ella la aborreciere, y le atribuyere faltas que
den que hablar, y dijere: A esta mujer tomé, y me llegué a ella, y no la hallé
virgen; entonces el padre de la joven y su madre tomarán y sacarán las señales
de la virginidad de la doncella a los ancianos de la ciudad, en la puerta; y
dirá el padre de la joven a los ancianos:
Yo di mi hija a este hombre por
mujer, y él la aborrece; y he aquí, él le atribuye faltas que dan que hablar,
diciendo: No he hallado virgen a tu hija; pero ved aquí las señales de la
virginidad de mi hija. Y extenderán la vestidura delante de los ancianos de la
ciudad. Entonces los ancianos de la ciudad tomarán al hombre y lo castigarán; y
le multarán en cien piezas de plata, las cuales darán al padre de la joven, por
cuanto esparció mala fama sobre una virgen de Israel; y la tendrá por mujer, y
no podrá despedirla en todos sus días.
Mas si resultare ser verdad que
no se halló virginidad en la joven, entonces la sacarán a la puerta de la casa
de su padre, y la apedrearán los hombres de su ciudad, y morirá, por cuanto
hizo vileza en Israel fornicando en casa de su padre; así quitarás el mal de en
medio de ti (Dt 22: 13-21).
Antes de analizar las
implicaciones de esta ley en relación con el falso testimonio, se debe notar
que es una ley de lo más inusual desde la perspectiva legal.
Primero: En todo juicio por esta ley,
inevitablemente sigue una declaración de culpabilidad. O bien a la esposa se le
halla culpable, o al esposo se le halla culpable de haber presentado falsas
acusaciones contra ella. Cuando un matrimonio llega a este punto, una pena
interna es ineludible; la pena pública también es ineludible cuando el asunto
llega a juicio.
Segundo: esta ley también es inusual
porque parece revertir todos los procedimientos normales ante un tribunal. En
todos los demás tipos de juicios, el acusado es inocente hasta que se demuestra
que es culpable, y es deber de los testigos procesar el caso presentando
evidencias de culpabilidad. Como evidencia el Talmud, los testigos en el
proceso eran necesarios, y eran una parte normal en tales casos.
DE TODAS MANERAS, SIN EMBARGO, LA
ESPOSA DEBE DEMOSTRAR CON CLARIDAD SU INOCENCIA.
La razón para este aspecto
inusual de tal caso es que el caso es en realidad una doble acusación. El
marido ha acusado a su esposa de llegar al matrimonio con un trasfondo de falta
de castidad. El padre de la esposa inicia el proceso; procesa al marido a fin
de silenciar la calumnia de su hija, y, como acusador, debe mostrar evidencia y
testigos, evidencia de la virginidad de su hija, y testigos de la calumnia.
El esposo debe mostrar evidencia
de falta de castidad o pagar una pena muy alta.
Vale la pena notar con algún
detalle la multa y el castigo. Una multa de 100 siclos de plata (Dt 22: 19) era
una suma muy considerable. Un cuarto de siclo se consideraba un regalo notable
para un gran hombre (1 S 9:8). El impuesto anual por cabeza de todos los
varones en Israel, de 20 años y mayores, era medio siclo (Éx 30: 15).
Bajo Nehemías, como el Imperio
Persa realizaba muchas de las funciones civiles y también cobraba impuesto, el
impuesto por cabeza se redujo a «la tercera parte de un siclo» (Neh 10: 32).
Así que 100 siclos de plata eran una multa en extremo alta que casi dejaba
pobre a la mayoría de los maridos y los convertía en siervos o esclavos de sus
esposas de allí en adelante.
La multa se pagaba al padre de la
esposa, y así se mantenía fuera del control del marido, que podía anular el
efecto del castigo si el dinero estaba en posesión de su esposa. El control de
la esposa conduciría entonces al control del dinero. El suegro no estaría
sujeto a tal control y podría administrar los fondos para el bienestar de su
hija y nietos.
No solo se penalizaba de esta
manera al esposo, sino que todo recurso al divorcio le quedaba prohibido. Esto
no quería decir que la esposa tenía entonces licencia para pecar; de todas formas
podía condenársele a muerte por cualquier adulterio futuro. Tal transgresión
era delito. El poder del divorcio se le quitaba al esposo.
También se le aplicaba castigo
corporal al esposo (Dt 22: 18). Por otro lado, la esposa pagaba con su vida por
su falta de castidad. Se le apedreaba hasta que muriera, método antiguo de
ejecución. Su lugar en la Biblia se debe a la capacidad de los testigos y de la
comunidad de tomar parte en la ejecución, puesto que el poder policial del
pueblo requería que reconocieran su obligación de testificar y de ejecutar en
todos los casos de delito establecido. El principio del poder policial general
todavía es válido y básico.
Se debe notar que esta ley tiene
un efecto residual en las leyes de divorcio porque, hasta hace poco, el
consentimiento mutuo no terminaba un matrimonio, sino más bien la culpa real y
demostrada. El no poder demostrar culpa anulaba la acción.
Ahora, para examinar la ley misma
con respecto al falso testimonio, se deben notar ciertas cosas.
Primero, esto es derecho consuetudinario.
Si se prohíbe la calumnia de parte del esposo, y lleva penas tan severas, la
calumnia de parte de la esposa también se prohíbe. Si el castigo es tan severo
para tal calumnia, cualquier calumnia entre un hombre y su esposa lleva severas
penas en la ley bíblica.
La multa impuesta por casos
menores de calumnia todavía sería proporcionalmente alta. Claro, la ley bíblica
requiere un alto grado de atención y sensatez en el habla entre esposo y
esposa. En lugar de ser un ámbito de laxitud, en donde el hombre y su esposa
pueden soltarse sin importar las consecuencias, el matrimonio es un ámbito
donde las palabras se deben pesar con cuidado especial debido a que la relación
personal es tan importante.
Las Escrituras dan extensa
evidencia de este requisito. Por ejemplo, San Pablo declara que «Los maridos
deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí
mismo se ama.
Porque nadie aborreció jamás a su
propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la
iglesia» (Ef 5: 28-29). San Pedro señala la conducta de Sara y su habla y
conducta respetuosas hacia Abraham (1ª P 3: 5-6).
Un antiguo proverbio ruso indica
el asunto contundentemente: «Un perro es más sabio que una mujer; no le ladra a
su amo». Demasiados hombres y mujeres son culpables de tal estupidez; ladran y
gruñen a los que están más cerca de ellos, y la consecuencia es solo
intranquilidad para sí mismos. Cualquier hombre o mujer que rebaje a su cónyuge
solo se hace daño a sí mismo a la larga. El falso testimonio y una lengua
suelta solo traen deshonor a una persona.
Segundo, el asunto de la calumnia dentro
de la familia es una ofensa criminal y pública, y no solo un asunto privado.
Los daños se pagan a los padres de la esposa, y el estado impone una multa,
debido a que el trastorno de la paz de la vida de familia es una alteración
seria de la paz y orden públicos.
La importancia de la familia hace
de la calumnia dentro de la familia algo bien peligroso para la sociedad. La
acusación es que el esposo «esparció mala fama sobre una virgen de Israel»; a
la esposa en este caso se le identifica, no en términos de la familia, sino de
la nación. El marido ha insultado a más que su esposa y su familia; ha atacado normas
morales sostenidas y subrayadas por la misma nación.
Tercero, esta ley en particular multa y
castiga al esposo. Una multa a la esposa sería en parte también un castigo para
el esposo, y también sería evidencia de su ineptitud para gobernar su hogar. Es
el deber del esposo ser, entre otras cosas, protector de su esposa e hijos. Si
en lugar de eso los difama, y en particular a su esposa, está dando una
indicación de ineptitud para proteger y gobernar, y de una mentalidad enferma
que invita la vergüenza y la desgracia.
El hombre le ha negado a su
familia un patrón de conducta santa, que es una necesidad básica de la vida.
Otro proverbio ruso destaca que «Si el padre es pescador, los hijos conocen el
agua». Su significado está claro: la vida del padre tiene una función principal
de enseñanza. Cuando el padre no pone un patrón de vida y expresión verbal responsable
y sensata, a los hijos se les priva de una fuerza principal estabilizadora y
educadora.
Un esposo puede difamar a su
esposa no solo con sus palabras, sino también con su desconfianza. Si rehúsa
poner en sus manos deberes y privilegios que ella es competente para
administrar, la ha difamado. Para citar un ejemplo: un esposo de manera regular
denigraba la competencia financiera de su esposa y a menudo citaba a guisa de
broma un error tonto en la chequera que ella había cometido.
El error lo cometió, pero eso no
era un verdadero rasgo del carácter de ella. La tienda de regalos de ella dos
veces lo había salvado a él de serios problemas en su propia empresa; en una
ocasión, él se había ampliado demasiado, y demasiado rápido cuando el negocio
era muy bueno y después se vio frente a la quiebra; los ahorros de ella,
derivados de su tienda, lo salvaron, pero él nunca pagó el dinero ni lo
reconoció públicamente.
En otra ocasión, las malas inversiones
lo afectaron financieramente, y los fondos de ella proveyeron un pago necesario
del edificio. El esposo solía difamar a su muy capaz esposa sin jamás decir una
mentira; solo citaba unos pocos hechos que daban un cuadro falso de una mujer
que en realidad era muy capaz. La verdad en sí puede ser calumniadora si se usa
para dar un cuadro parcial o distorsionado.
Cuarto, el noveno mandamiento requiere
que no demos falso testimonio contra nuestro «prójimo», y esta ley deja en
claro que nuestro prójimo más importante es nuestro cónyuge. F. W. J. Schroeder
observó que «El hombre es libre solo mientras se mantiene veraz; la mentira
destruye su verdadera libertad». El hombre halla su más rica libertad en la
vida familiar bajo Dios; esta libertad queda destruida, y el hogar se convierte
en prisión cuando los hombres y las mujeres dan falso testimonio unos de otros.
Quinto, volviendo a la multa impuesta al
esposo, tenemos otro vislumbre de la seriedad de la calumnia dentro del
matrimonio. En Deuteronomio 22:29 vemos que la multa que se impone por
violación o seducción, en el caso de una virgen no desposada y un joven sin
antecedentes criminales, era de 50 siclos de plata; si seguía el matrimonio, si
se aceptaba al culpable como esposo, no era posible un divorcio.
La multa por calumniar a una
esposa con una falsa acusación de infidelidad prematrimonial era el doble de la
multa por violación o seducción. En cualquier caso, la multa era muy gravosa,
pero el castigo por calumnia era mayor porque atacaba una relación matrimonial
existente y la socavaba brutalmente.
La muchacha violada tenía una
dote de 50 siclos que podía llevar a otro matrimonio, si el padre rechazaba al
ofensor como posible esposo; ella podía empezar una nueva vida con otro hombre
con la ventaja de una dote extra (Éx 22: 16.17). La esposa ofendida no tenía
tal oportunidad; sus hijos bien que la atarían a su esposo.
(La pérdida del derecho a
divorciarse era de él, no de ella). La multa era, pues, especialmente severa a
fin de prevenir que tales ofensas ocurrieran.
En la ley humanista moderna se da
vía libre en la práctica a la calumnia dentro del matrimonio y los resultados
son malos, como era de esperarse.
Una nota final. Casi toda persona
tiene un trasfondo de maltrato a la esposa (y, en ocasiones, de maltrato al
esposo). No hay evidencia de esto en las Escrituras.
La severidad de la ley con
respecto a la calumnia deja en claro que, por analogía, el maltrato físico es
peor e inconcebible. Se requiere entre el marido y la mujer una relación que se
base en la fe, no en el temor.