4. EL TESTIMONIO DEL FALSO PROFETA

INTRODUCCIÓN

Al analizar la obra del falso profeta (Dt 18: 9-22), vimos que el propósito de la magia, el sacrificio, la adivinación y los ritos afines de la profecía falsa era la predicción.
La predicción que se incluye en los ritos descritos (Dt 18: 9-14) tiene como premisa básica la creencia de que el poder real y supremo reside fuera de Dios. La práctica de la profecía falsa puede incluir sacrificio infantil, adivinación, astrología, encantamientos, hechicería, talismanes, espiritismo, magia, necromancia y cosas parecidas. También incluye la creencia de que Satanás es el poder supremo.
Satanás tentó a Jesús a que se hiciera falso profeta. En la tentación culminante, se nos dice:
Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares. Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás (Mt 4: 8-10).

EL SIGNIFICADO DE ESTA TENTACIÓN ES DE IMPORTANCIA CENTRAL.

Satanás, al acercarse a Jesús en su intento final para hacerlo un profeta falso, tenía, entre otras cosas, dos ideas básicas en mente.
Primero, Satanás pidió que Jesús admitiera lo justo de su rebelión, que afirmara que la criatura tenía el derecho legítimo de independizarse del Creador. Si Jesús hubiera ofrecido en el más mínimo grado alguna excusa para el pecado del hombre, si hubiera aceptado la excusa del ambiente, o sentido que alguna independencia de Dios de parte del hombre era justificable, hubiera concedido a Satanás una justificación moral. Rehusó hacer esto: «Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás».
Segundo, Satanás reclamó tener un poder mundial que no era suyo para reclamar ni dar. Una premisa fundamental de la Ley y Palabra es que «de Jehová es la tierra» (Éx 9: 29; Dt 10: 14; Sal 24: 1; 1ª Co 10: 26). Satanás ni la gobierna, ni tiene el título de propiedad, ni puede darla a nadie.
En este punto muchos cometen un serio error. Génesis 3 nos da la respuesta bíblica: Adán y Eva fueron culpables ante Dios de rebelión, de apostasía. Complicaron su pecado al echarle la culpa a otro: a la serpiente, y a la mujer. La culpa de Satanás no hace ninguna diferencia en el hecho de que Adán y Eva fueran primordial y esencialmente culpables del pecado que cometieron.
Otros discrepan con la palabra de Dios. La respuesta marxista fue claramente enunciada en términos de Génesis 3 por Lincoln Steffens hace unos años en una almuerzo del Club Jonathan de
Los Ángeles. En una segunda reunión, con alrededor de cien ciudadanos prominentes presentes, Steffens lo resumió para sus oyentes, que incluían a John R. Haynes, William Mulholland, el obispo episcopal, y otros:
Ustedes quieren arreglar el problema en el mismo principio de las cosas. Tal vez podamos, obispo. La mayoría de las personas, como sabe, dicen que fue Adán. Pero Adán, recordarás, dijo que había sido Eva, la mujer; ella lo había hecho. Y Eva dijo que no, no, no había sido ella; había sido la serpiente. Y allí es donde tu clero se ha quedado atascado desde entonces. Ustedes culpan a esa serpiente, Satanás. Ahora yo vengo y estoy tratando de mostrarte que fue y es la manzana.
La respuesta de Steffens es buen marxismo; afirma el determinismo económico:
«Fue y es la manzana». Esta doctrina es una negación de la responsabilidad personal que afirman las Escrituras.
Igualmente mortal, sin embargo, es la muy común doctrina del determinismo satánico. En este punto Steffens tenía razón. Cuando le dijo al clero presente: «Ustedes culpan a esa serpiente, Satanás». A través de los siglos, demasiados religiosos han puesto el cimiento para una doctrina de determinismo satánico. Podemos llamarlo también la teoría de la conspiración.
Ahora bien, con mucha claridad las Escrituras afirman el hecho de las conspiraciones; el Salmo 2 es una declaración clásica de su realidad. El mismo Salmo, sin embargo, subraya con vigor su futilidad; Dios se ríe de las conspiraciones de las naciones impías y convoca a su pueblo para que participe de su risa.

LAS CONSPIRACIONES PROSPERAN SOLO CUANDO DECAE EL ORDEN MORAL.

En toda sociedad hay delincuentes, ladrones y asesinos. Solo cuando una sociedad entra en la decadencia y el colapso moral estos elementos adquieren cierta ascendencia. El Imperio Romano en su decadencia vio una proliferación de sectas que auspiciaban la revolución, el comunismo, el amor libre, la homosexualidad y mucho más.
Cuando la cristiandad entró en decadencia moral después del siglo 13, de nuevo estas sociedades criminales secretas empezaron a abundar. Algunas querían comunismo, otras organizaban protestas y marchas nudistas, y otras más fraguaban la revolución. Como Schmidt observó de la era de la Reforma, «toda Europa alrededor de Calvino estaba contaminada por fraternidades, algunas esparciendo el “iluminismo” y otras el escepticismo».
La Reforma y la Contrarreforma condujeron a la decadencia temporal de estos grupos, que se levantaron de nuevo conforme decaían la fe, la ley y el orden cristianos.
Pero los que dan falso testimonio, que atribuyen a Satanás poderes que solo le pertenecen a Dios, no se contentan con reconocer que las conspiraciones existen.
Van mucho más lejos.
Primero, le adscriben a las conspiraciones un orden moral y una disciplina que son imposibles. Satanás no puede construir ni crear; es solo destructor, homicida, y tiene poder solo hasta el punto en que nos olvidamos del verdadero poder de Dios. La Unión Soviética, para citar un gobierno conspirador internacional, fue una agencia corrupta, torpe y radicalmente incompetente. Requirió la ayuda repetida de otros países más el saqueo imperialista para sobrevivir.
El alivio Hoover de la década de 1920, el reconocimiento de Roosevelt de la década de 1930, y los continuos apuntalamientos la mantuvieron viva. El problema comunista no era su poder y capacidad perversos, sino más bien el colapso moral continúo de las iglesias y naciones cristianas, y su apostasía radical.
Segundo, el poder del mal es débil y limitado; está bajo el control de Dios y es su azote para las naciones. La debilidad de las conspiraciones del mal quiere decir que por lo general solo pueden ocupar un vacío. Las raíces del poder soviético estuvieron en la decadencia moral de Rusia y su cristianismo kenótico; las victorias soviéticas en las naciones bálticas se debieron a la posición de acomodo moral de los aliados occidentales, que vendieron a esas naciones.
Tercero, la clave para superar las conspiraciones del mal no es una concentración en el mal, sino la reconstrucción santa. Uno de los pecados que Jesucristo condenó en algunos de los miembros de la iglesia de Tiatira fue su interés en estudiar «las profundidades de Satanás», que se puede traducir como «explorar las cosas profundas u ocultas de Satanás» (Ap 2: 24). Los movimientos conservadores que no son cristianos se dedican radicalmente a estudiar o explorar las cosas profundas de Satanás, como si fueran la clave del futuro.
Cuarto, implícita en todo esto, como ya se señaló, es la creencia en la determinación satánica, que hace de estos conservadores unos satanistas pertinaces. Negar el poder soberano de las conspiraciones es una de las maneras más seguras de confrontar a muchas de las personas, que después argumentarán con pasión religiosa el poder soberano, predestinador de Satanás. Insistirán en que todo acto nacional o internacional es una conspiración cuidadosamente planeada y manipulada, todo gobernado por un plan o complot maestro, y un concilio maestro secreto.
Que los complotados y planes existan, y que sean muchos, se puede conceder, pero el cristiano debe sostener su futilidad. Rugen en vano; «piensan cosas vanas» cuando traman juntos contra el Señor y su Ungido (Sal 2: 1, 2).
Echarles la culpa de los males del mundo y adscribir el gobierno del mundo a conspiraciones satánicas ocultas es ser culpable de falso testimonio contra Dios. Es comparable a recurrir a la magia, brujería o sacrificio humano. Niega que Dios sea la única fuente de predicción y adjudica poder y predicción más bien a Satanás.
Mucho mejor que la mayoría de los teólogos, Berle ha descrito las leyes del poder:
Cinco leyes naturales de poder son discernibles. Son aplicables dondequiera, y en cualquier nivel en que aparezca el poder, sea que se trate del de la madre en su sala cuna o del poder del jefe ejecutivo de un negocio, el alcalde de una ciudad, o el dictador de un imperio. Son:
Una: El poder invariablemente llena cualquier vacío en la organización humana. Como entre el caos y el poder, el último siempre prevalece.
Dos: El poder es invariablemente personal. No existe el «poder de clase», el «poder de élite» ni el «poder de grupo», aunque las clases, élites y grupos pueden ayudar a los procesos de la organización por la cual el poder se inserta en los individuos.
Tres: El poder invariablemente se basa en un sistema de ideas o filosofía.
Si falta el sistema o filosofía, las instituciones esenciales del poder dejan de ser confiables, el poder deja de ser efectivo, y el detentador del poder a la larga es desplazado.
Cuatro: El poder se ejerce por medio de instituciones, y depende de ellas. Por su existencia, estas limitan, toman el control y a la larga confieren o retiran poder.
Cinco: El poder es invariablemente confrontado con un campo de responsabilidad, y actúa en la presencia de este. Los dos interactúan constantemente, en hostilidad o cooperación, en conflicto o mediante alguna forma de diálogo, organizado o desorganizado, hecho parte de las instituciones en las cuales depende el poder, o tal vez entrometiéndose en ellas.
Berle tiene razón. El poder se basa en una fe, en una filosofía. Cuando la fe o filosofía detrás de una cultura empieza a morir, hay un cambio de poder. Hoy, debido a que la fe cristiana se ha aguado y se ha vuelto antinomiana, no puede mantener o producir un orden legal. Como resultado, antiguos impulsos y movimientos criminales se apoderan del poder.
La clave para desplazar esos poderes perversos acaparadores no es un estudio de las cosas profundas de Satanás, ni una creencia en su poder, sino la reconstrucción santa en términos de fe, moralidad y ley bíblicas.
Para muchos conservadores que no son cristianos, la prueba de un verdadero conservador es ésta: ¿Cree él en la existencia, plan y poder de los conspiradores, llamándolos como sea? Esta prueba es satánica; entraña casi tanto peligro para la sociedad, o acaso más, que la creencia de que la manzana tiene la culpa, es decir, como determinismo económico.
Es una forma de adoración a Moloc. Dios confrontó a Adán y a Eva en el Edén con la responsabilidad de ellos; Natán declara a David: «Tú eres aquel hombre» (2ª S 12: 7).
La posición bíblica incluye no solo una afirmación de la responsabilidad esencial del hombre, sino que también declara que solo Dios es el Todopoderoso, y solo él predestina y gobierna todas las cosas. Atribuir a las conspiraciones un poder, disciplina y gobierno del pasado, presente y futuro que no tienen, es otra forma de respaldar la hechicería y «abominaciones» parecidas. Es convertirse en falso profeta y dar falso testimonio.
También quiere decir incurrir en el castigo divino. Afirmar otro poder es negar a Dios y su Ley. Sin que sea sorpresa, una época antinomiana ya ha suscrito a tales creencias. Pero Dios no respetara más el antinomianismo de los miembros de la iglesia que la iniquidad de los impíos. En este punto, los hombres enfrentan la única «conspiración» efectiva: la «conspiración» de Dios contra todos los que lo niegan o lo abandonan.
El mandamiento: «No dirás falso testimonio», quiere decir que debemos dar testimonio verdadero con respecto a todas las cosas. No debemos dar testimonio falso con respecto a Dios o al hombre, ni debemos dar falso testimonio respecto a Satanás atribuyéndole un poder que le pertenece solo a Dios. El verdadero testimonio de los apóstoles no fue un testimonio sobre los poderes de Satanás, sino del Cristo triunfante.
El mundo que enfrentaron, siendo un puñado muy pequeño, estaba mucho más atrincherado en sus males que el nuestro, pero los apóstoles no perdieron tiempo documentando la depravación, perversidad y poder de Nerón.
Más bien, San Pablo, que está consciente de que se acercaba la persecución, con todo escribió con confianza a los cristianos de Roma: «Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies» (Ro 16: 20). La confianza de San Juan es similar: «Ésta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1ª Jn 5: 4).
Hoy, sin embargo, muchos llamados conservadores cristianos no solo pasan el tiempo estudiando la obra de Satanás, sino que se enfadan si uno cuestiona la omnipotencia de Satanás. Insisten en que todo paso de la historia de nuestro mundo ahora está en las manos de manipuladores satánicos que usan a los hombres como títeres. Negar esto es ser clasificado como algún tipo de hereje; el significado práctico de esta posición es adoración a Satanás.
Pero San Juan nos dice que, en el momento supremo de la conspiración de Satanás, cuando se decretó la muerte de Cristo, el propósito secreto de Dios se cumplía más (Jn 11: 47-56).

Siempre es Dios quien reina, nunca Satanás. Cualquier otra fe es un testimonio falso y especialmente perverso.